martes, 10 de diciembre de 2013

Traducción e ideología: La traducción como actividad ideológica por Lahcen El Kiri


Casablanca, Marreucos, 10 de diciembre de 2013
                  


                Estimados lectores, son casi escasas las investigaciones realizadas de modo profundo en torno a un tema de gran interés: “Traducción e ideología. La traducción como actividad ideológica”. Decir esto no significa que dicho tema no fue objeto de debates y reflexiones por parte de numerosos estudiosos y traductólogos tales como Hermans (1985), Venuti(1995), Hatim y Mason(1997) y Carbonell(1999), entre otros.
La traducción  e ideología es, sin lugar a dudas, un tema espinoso y polémico, un tema que abre una serie de interrogaciones: ¿Existe verdaderamente una vinculación ideológica de la traducción? ¿Influye la ideología en las estrategias adoptadas para la traducción? ¿Es justo, en fin, hablar de una traducción o traductor condicionados ideológicamente?
En lo que se refiere al corpus o al material sobre el cual hemos trabajado, pues, encontramos la obra tituladaTraducción y cultura. De la ideología al texto (1999) de  Ovidi Carbonell Cortés, profesor titular de traducción en la Universidad de  Salamanca; la obra sobre la teoría de la traducción de Amparo Hurtado Albir: Traducción y traductología. Introducción a la traductología (2001), en la que consagra todo un capítulo para la traducción y su relación con la ideología; y otros estudios y artículos sacados de revistas especializadas.
  En lo que atañe al plan adoptado, hemos optado por una división bipartita. La primera parte la consagraremos a la definición del concepto de la ideología. La segunada parte la dedicaremos a unos análisis que enfocarán: La vinculación ideológica de la traducción, Venuti y el mito de la invisibilidad del traductor, los diferentes análisis textuales que permiten detectar huellas ideológicas en prototextos, las condiciones de la recepción de la traducción (relaciones de poder y control institucional), y la traducción en el contexto colonial y poscolonial.
I- La ideología como concepto:
  Una ideología es el conjunto de ideas tendentes a la conservación o la transformación del sistema existente (económico, social, político…), que caracterizan a un grupo, institución, movimiento cultural, social, político y/o religioso.
  El término “ideología” fue formulado por Destutt de Tracy (Mémoire sur la faculté de penser; 1796), y originalmente denominaba a la ciencia que estudia las ideas, su carácter, origen y las leyes que las rigen, así como las relaciones con los signos que las expresan. Medio siglo más tarde, el concepto se dota de un contenido combativo por Karl Marx, para quien la ideología es  el conjunto de ideas cuya relación con la realidad es menos importante que su objetivo, que es evitar que los oprimidos perciban su estado de opresión. Desde un punto de vista u otro, el concepto adquiere un tinte peyorativo del que no se ha desprendido.
Sociología e ideología:
  Hablamos de ideología cuando una idea determinada es ampliamente compartida conscientemente por un grupo social en una sociedad. A veces, es un rasgo fuertemente identitario, de forma similar a la religión, la nación, la clase social, el sexo… Además los miembros del grupo ideológico admiten o no que determinado individuo pertenece al grupo según comparta o no ciertos presupuestos básicos.
La ideología interpreta y justifica los actos personales o colectivos de los grupos o clases sociales, a cuyos intereses sirve, y explica la realidad de una forma asumible y tranquilizadora para que pueda mantenerse la interpretación o justificación previa tal como estaba en el imaginario individual y colectivo, independientemente de la circunstancia real.
Traducción e ideología:
La vinculación ideológica de la traducción
   La traducción es una actividad comunicativa que se desarrolla en un contexto social, conformada por factores pragmáticos, comunicativos y semióticos. En  este sentido, la traducción es, como señala Hatim y Mason (1998), “una transacción semiótica, configurada por el sistema de valores y los diferentes sistemas de signos que funcionan en una determinada cultura”. Este carácter social y de interacción semiótica que tiene la traducción explica las relaciones que se dan entre la traducción y la ideología. La traducción, como el lenguaje, es una práctica social que se produce en una compleja interacción con el contexto social, incidiendo en ella todo tipo de condicionamientos (ideológicos) y restricciones (relaciones de poder, censura, etc). Y como afirma Amparo  Hurtao Albir, “si todo proceso de escritura es permeable a los condicionamientos ideológicos del entorno y a los propios del autor, la reescritura que es la traducción también es reflejo de los mecanismos ideológicos”. En el caso de la traducción, la cuestión es más compleja, ya que el autor del texto original y el traductor se insertan en dos espacios semióticos diferentes: Al estar inmersos en contextos distintos (sociales, políticos, históricos) pueden tener motivaciones ideológicas también diferentes.
  La mayoría de los autores que consideran la traducción como una comunicación intercultural coinciden en señalar la vinculación ideológica de la traducción. Esta relación se produce a varios niveles. Fawcet recoge las preguntas que Nord propone que hay que plantearse a la hora de traducir un texto y las relaciones con una perspectiva de poder: ¿Qué se traduce (qué se toma en consideración y qué se excluye?) ¿Quién lleva a cabo la traducción? (¿Quién controla la producción de la traducción?) ¿Para quién se traduce? (¿A quién se le da acceso a material extranjero y a quién se le deniega?) ¿Cómo se traduce ese material? (¿Qué se omite, se añade o se altera para controlar el mensaje?). Éstas son las preguntas que plantean Nord y Fawcet para ver las relaciones que pueden darse entre traducción e ideología.
  Mijáil Bajtín subraya en su obra: Freudismo y movimientos modernos del pensamiento filosófico y psicológico que, “si en el proceso traductivo, el traductor absorbe e interpreta el texto verbal del prototexto esto es dar una impronta ideológica a dicho texto”. Bajtín precisa, en este sentido, que “la experiencia individual consciente ya es ideológica y, desde el punto de vista científico, no es una realidad primaria e indivisible: Se trata, más bien, de una elaboración ideológica específica de lo que existe”.
   Alguien podrá preguntarse: ¿Cómo existe una relación entre la “idea”(ideología) y el traductor cuyo quehacer se limita en traducir las ideas de una lengua “x” a la lengua “y”, sin que se le pide en ningún momento exponer sus ideas? Pues, esta argumentación es válida y cierta. Pero hay que recordar que el traductor absorbe primero el prototexto y después lo reformula, es decir, interpreta y reideologiza las ideas del autor antes de ponerlas en palabras.
  Según Bajtín, si la traducción de un texto es la traducción de una cultura (expresada por dicho texto) a otra (en los términos en los que el texto puede ser comprendido por la cultura receptora), esto representa un cambio de la ideología implícita o inconsciente a dos niveles:
La expresión inadvertida del inconsciente del autor, implícita en el prototexto, es traducida a / suistituida por/ añadida a la ideología privada del traductor.
La expresión de la ideología de la cultura emisora (característica implícita del prototexto) es traducida a/sustituida por/ añadida a la potencialidad expresiva de la ideología de la cultura receptora (característica implícita de la cultura, elementos de lo no dicho presentes en cualquier texto perteneciente a una determinada cultura).
  Aquí se plantean unas preguntas:  Si se produce la sustitución de una ideología por otra,  ¿La sustitución es transparente (se informa al lector) u oculta (el lector cree que se enfrenta a la ideología del prototexto? Si una ideología se traduce a otra, ¿se busca un posible homólogo ideológico en la cultura receptora? El primer paso para lograr algún control sobre todos estos fenómenos es el reconocimiento, por parte del traductor, del papel que desempeña su inconsciente - personal y político - en el proceso traductivo, y en particular, en el proceso de la producción o generación del texto.
 Antes de pasar al capítulo siguiente, cabe subrayar que, la ideología inherente a una cultura con un conjunto determinado de valores, implícitos y dados por hecho, ofrece la descripción no neutral de lo ajeno; además, la ideología o la opinión se ocultan por completo.
  Juzgar un mundo ajeno, haciéndolo además con una “conciencia limpia falsa”, como los que creen o fingen creer  que no establecen juicio alguno y que  se limitan a describir la realidad, representa una doble violencia. Existe por lo tanto, una forma de ideología implícita que deriva de la existencia de una cultura y de relaciones de poder entre las propias culturas. Sin embargo, hay también formas de ideología explícita que se fijan como objetivo utilizar la ideología en la traducción. Ejemplo: en algunos ámbitos de la crítica feminista se propone la censura a través de la traducción de algunos aspectos machistas de la literatura, así como la recreación de obras en una versión políticamente correcta que es aceptable para las mujeres… En este caso, la ideología implícita es la machista que impregna la literatura prefeminista, y la explícita es la feminista que, propone, con un acto abiertamente atrevido invertir las relaciones de poder en el campo literario mediante la traducción.
2- La visibilidad del traductor.
    La falta de neutralidad de la traducción.
  Decir que el traductor es un individuo condicionado ideológicamente significa simplemente que no existe una traducción inocente y neutra sino una traducción manipulada.
 En los años 80, Lefever subraya que la literatura actúa con las siguientes restricciones: El mecenazgo, las normas poéticas, el universo del discurso (la relación con la cultura en que se ha originado), la lengua en que se ha formulado y, en el caso de cualquier reescritura, la obra original. Toda reescritura (crítica, historiografía, antologías, traducción, etc) se efectúa, al menos, con una de esas restricciones e implica el resto: la traducción sería el caso más obvio de reescritura, ya que funciona con todas ellas. Debido a esas restricciones, ninguna (re)escritrura puede ser inocente; la traducción tampoco.
  Vidal Claramonte afirma que “traducir ya no es, ni mucho menos, un acto inocente, sino que puede modificar las modas literarias de la cultura término, su política cultural, etc; puede alterar el canon de una cultura o la imagen que se tiene de otra sociedad” (Vidal Claramonte, 1998.54)
      2-1- Venuti y el mito del traductor invisble:        
  Venuti pone al descubierto el mito del traductor invisible. La invisibilidad del traductor se manifiesta, por una parte (digamos a un macronivel), en la falta de reconocimiento de la figura del traductor (su falta de consideración legal y en el mundo editorial), de este modo, traducir se convierte en un acto de autodestrucción, ya que siendo como es un acto creativo, se le niega al traductor la autoría.   Según Venuti, “la invisibilidad del traductor se plantea también a niveles textuales (micronivel), tanto en la concepción más tradicional de la traducción en la que el traductor ha de ser invisible para hacer visible al autor del original y los significados del texto original como en la concepción que pretende que la traducción se ha de leer como un original y que esconde a su autor (el traductor) sin que éste aparezca por ninguna parte. Esta invisibilidad del traductor no sólo produce barreras culturales, sino que esconde a veces, prácticas de poder”.
  Grosso modo, esa invisibilidad no puede ser más que una de varias estrategias relacionadas con cuestiones ideológicas o culturales.
Venuti maneja los conceptos de apropiación y extranjerización distinguiendo dos tipos de traducción: una traducción humanista, fluida y familiarizadora, que es la más aceptada y que califica de conservadora; y, en el polo opuesto, una traducción extranjerizante, que ofrece un contacto directo con la cultura del original, que sólo puede entenderse como una traducción del original y donde el traductor es visible. Venuti defiende este último tipo de traducción, que es, a su juicio, la traducción progresista, ya que resalta la diferencia y defiende a las comunidades culturales minoritarias frente a las dominantes. Propone así una estrategia de resistencia que trata de poner de relieve que la traducción es diferente al texto original y a otros textos de la lengua de llegada. Hatim y Mason señalan que la apropiación y la extranjerización no son imperialistas o progresistas en abstracto, sino que hay que considerarlas en el contexto concreto de traducción en el que se efectúa. “la apropiación o la extranjerización como tales no son ‘culturalmente imperialistas’, es decir no tiene una inclinación ideológica; más bien, lo que probablemente tiene implicaciones ideológicas es el efecto de una determinada estrategia utilizada en una determinada situación sociocultural”. (Hatim y Mason).
     2-2- La traducción políticamente correcta:
  El teórico Mayoral pone sobre el tapete la denominada “traducción políticamente correcta” que no puede ser más que un grano de arena sumado en la reivindicación del carácter no neutral de la traducción.
Se entiende por traducción políticamente correcta “el hecho de evitar deliberadamente el uso de palabras y expresiones que pueden resultar ofensivas, discriminatorias o perjudiciales para grupos sociales, raciales, étnias, mujeres, animales, etc”. Según Mayoral, el introductor de esta cuestión es Newmark (1993), si bien este autor no utiliza esta denominación. Veamos sus palabras: “El traductor es responsable de la verdad moral (y hasta donde le permita su capacidad y su competencia) de la verdad factual de la traducción, pero no de forma dogmática, puesto que el dogma en este sentido resulta siempre contraproducente. Los errores factuales tienen que ser corregidos, y a ser dentro o fuera del texto, dependiendo de su grado de autoridad. Los errores morales, es decir, las desviaciones textuales de los derechos de los animales, del hombre o del medio ambiente, tienen que ser corregidos dentro o fuera de la traducción, a menos que el traductor tenga la seguridad de que los sectores son conscientes de los mismos”. (Newmark, 1993:65, cit. Mayoral, 1999:99)
2-3- Ideología y ética del traductor. ¿El traductor toma partido?
  La traducción, como reescritura o interpretación, puede llegar a constituir una manipulación al servicio de un determinado tipo de discurso o de una determinada ideología.
  Carbonell señala que el traductor, y en ocasiones, se ve abocado a una traducción irremediablemente sesgada. Por ejemplo, al traducir textos propagandísticos, dogmáticos o proselitistas (la política y la religión son un buen ejemplo), es posible que el traductor tenga que escoger opciones ostensiblemente parciales, reflejar ideologías que no comparte o que vayan, incluso, contra sus propios principios o intereses.
  Esto es lo que comentan Salvador Peña y José Hernández bajo el aspecto de la “ética del traductor”. Ponen como ejemplo la lengua árabe en la que es frecuente encontrarse con textos  en los que resulta imposible seguir el dictado de Newmark de “no tomar partido en disputas políticas”, por ejemplo en la traducción de nombres geográficos como Al-Jaliy (El Golfo Pérsico/Árabe) o Al Kiyan Al Sahyuni (El Ente Sionista/ El estado de Israel), o inversamente, podríamos añadir la traducción de Jerusalén por Al - Quyds Al- Sharif.
  El profesor Salvador Peña daba a conocer- en los seminarios de traducción árabe - español que tienen lugar anualmente en la Escuela de Traductores de Toledo- la lista de ingredientes de un famoso producto de repostería, traducido a 5 idiomas. Mientras que en los textos inglés, francés, alemán y español se mencionaba expresamente que uno de los ingredientes es “manteca de cerdo”, en la versión árabe éste se convierte “grasas vegetales”. Éste es un ejemplo entre otros que llega a producir una falsedad, implicando directamente la ideología y la ética del traductor.     
  En fin, vemos como el traductor no tendrá más remedio que “tomar partido” en ocasiones, eso por una parte; por otra, notamos como verbos, conceptos, nombres, expresiones se han convertido en armas semánticas utilizadas en guerras también  semánticas. En su estudio titulado Le rôle du traducteur du contexte colonial à la mondialisation, el profesor Mourad Zarrouk afirma que «  chaque concept/position livre une lutte acharnée soit pour consacrer une idée qui devrait se généraliser sur toute la planète, soit pour manipuler un concept trop indigénisé, soit pour implanté un euphémisme et amortir l’effet de la réception et de la conception d’un acte déterminé, surtout si ce dernier se répète trop dans le temps et dans l’espace (dégâts collatéraux, par exemple). La fonction de chaque concept en litige sera une position à attaquer ou à défendre ».
La escuela de la manipulación :
  Es una escuela que hace hincapié en la manipulación que se produce en la traducción. Esta escuela vio luz en los años 60 y fue conocida por su famosa teoría de polisistema (propuesta por el grupo de Tel Aviv, Evan Zohar, Toury), evolucionó en los años 80 cambiando de rumbo y adoptando una orientación más ideológica.
  La teoría del polisistema concibe la literatura como un sistema complejo, dinámico, heterogéneo constituido por numerosos subsistemas y en el que, en cada fase de su evolución, coexisten numerosas tendencias diferentes, agrupando diferentes sistemas literarios de diferente nivel. Rabadán propone la siguiente definición de polisistema: “conjunto de co-sistemas semióticos interrelacionados de forma dinámica y regulados por normas históricas, en el que se inscriben todas las actividades behaviorísticas y sociales del ser humano, incluida la propia traducción”. Ahora se incide en la idea de la traducción como reescritura, en la intervención de los aspectos ideológicos, culturales y de las relaciones de poder, en el papel de las instituciones y de todos los mecanismos de control. “La escuela de la manipulación-como señala Vidal Claramonte-intenta que el traductor adopte une postura crítica ante el mundo, concretamente frente a aquellas instituciones que son, aparentemente neutrales e independientes. Considera que el traductor debe ser capaz de descubrir los procesos sociales que han dado lugar a un texto concreto y a su significado en vez de otro. En realidad, nos enseña las relaciones entre discurso y poder”.
Análisis textual e ideología:
  La aproximación textual a cuestiones ideológicas es imprescindible para darle a los estudios de traducción el rigor necesario en la dirección correcta: Analizar tal y como se reflejan en los textos los distintos discursos que componen una cultura y su transmisión/reescritura entre unas culturas y otras, por ejemplo, las cuestiones fundamentales de la representación, la subjetividad, la diferencia cultural, el racismo, el lenguaje sexista y  la moralidad, etcétera.
Así, encontramos entre otros el análisis crítico de discurso, le lectura de síntomas y el juicio político.
     3-1- El análisis crítico del discurso:
  Tendencia más en boga que efectúa análisis textuales describiendo cómo se reproducen en los textos los mecanismos ideológicos utilizando los presupuestos del análisis del discurso. Carbonell señala que, no basta el análisis macroteórico de la relación entre poder y traducción, sino que hay que añadir el análisis linguístico para poder estudiar cómo se reflejan esas relaciones en los textos: “el estudio de la relación entre poder y traducción ha de reflejarse, no obstante, en dos planos complementarios para que pueda ser eficaz y trascienda así tanto la descriptividad como la mera declaración de intenciones. Al macronivel teórico […] se ha de añadir el micronivel de la descripción linguística, en la línea de la investigación de la ideología que sigue el Critical Discourse Analysis y otras tendencias”.
     3-2- La lectura de síntomas:
  Si aceptamos que la ideología, como una  doctrina, un conjunto de ideas, creencias, conceptos, destinados a convencernos de su “verdad”, está al servicio de algún interés de poder inconfeso. Entonces, el modo de la crítica de la ideología que corresponde a esta noción es el de lectura de síntomas: es decir, descubrir la tendencia no confesada del texto oficial a través de sus rupturas, sus espacios en blanco y sus deslices. Habermas, quizás el último gran representante de esta tradición, mide la distorsión y/o falsedad de una estructura ideológica con el criterio de la argumentación racional no coercitiva, una suerte de “ideal regulador” que, de acuerdo con él, es inherente al orden simbólico como tal.
  La ideología es una comunicación distorsionada sistemáticamente  un texto cuyo significado público “oficial”, bajo la influencia de intereses sociales (denominación, etc) inconfesos está abruptamente separado de su intención real, es decir, un texto en el que nos enfrentamos a una tensión, sobre la que no se reflexiona, entre el contenido del texto explícitamente enunciado y sus presuposiciones pragmáticos.
   3-3- El juicio político:
  Juzgar en política es, sin duda, hacer obra crítica luchando contra la influencia de códigos y de normas que obstaculizan o ponen obstáculos en las vías del pensamiento y del sentido común, pero también hacer prueba de prudencia y exponer las consecuencias de lo que intentamos hacer prevalecer.
  El juicio político se pronuncia, grosso modo, en contra de las políticas universalistas que pretenden decir por adelantado lo que es el bien común.
  Hannah Arendt subraya en su obra Juger sur la philosophie de Kant que el juicio político no puede ser más que: “la faculté de juger comme faculté à traiter du particulier et à faire jouer son imagination dans une conjoncture donnée. La politique ne doit pas être subsumée sous de pseudo-lois universelles auxquelles on se soumet en se déchargeant de ses responsabilités. Il faut au contraire la prendre à bras le corps en ayant le courage de porter su elle des jugements et en cherchant à confronter ces jugements avec celui des autres dans un véritable cadre de communicabilité et de sociabilité. L’objectif n’est pas de parvenir à la transparence ou à une vérité rationnelle qui s’imposerait à tous par la force de l’argumentation, mais bien de faire fonctionner la « doxa » comme un domaine public régi par un esprit critique anti-autoritaire ».
  Arendt añade que : « juger les  comportements et les actions politiques, c’est réintroduire en permanence l’interrogation et l’inquiétude dans la sphère publique pour la préserver de l’engourdissement et de la routine. […] Le jugement politique doit avoir un minimum de distance par rapport à ce qui se passe, même s’il doit être très attentif à l’inattendu de l’événement ». Sin embargo, la pregunta que nos interesa: ¿este juicio político ayudaría a detectar la intervención de los mecanismos ideológicos y políticos  en los textos? Pues sí, pero ¿de qué modo? La respuesta no es tan complicada: la ideología como sabemos está constituida por el conjunto de las creencias estéticas, religiosas o poéticas, pero lo que hay que saber es que, estas creencias, en general, son políticas en el sentido de que su aplicación establece relaciones de dominio.
Las condiciones de la recepción de la traducción:
         Relaciones de poder y control institucional
  Todo traductólogo ha de tener en cuenta a la hora del análisis el carácter dinámco e híbrido de las condiciones de recepción de la traducción y las relaciones de poder que se establecen. Carbonell señala que: “los contextos culturales no han de verse como modelos de totalidad, sino como sistemas dinámicos de fronteras desdibujadas y muy abiertos a procesos de hibridación”.
  Varios son los fenómenos que puede estudiar el traductólogo desde el punto de vista de las relaciones de poder que intervienen en la recepción de la traducción.
  El “qué se traduce” es ya fruto de determinadas relaciones de poder
Parcerisas señala que: “la relación que las traducciones han mantenido y mantienen con el mundo de la edición en general (y más concretamente con el mundo editorial), y cómo esta actividad está vinculada de modo indisoluble a las corrientes ideológicas de cada periodo o momento histórico, que motivan las decisiones de qué se traduce y del tipo de traducción que se efectúa”.
  Lefever incide, en este sentido, en el papel institucional y del mecenazgo en la traducción literaria. La recepción de las traducciones, al igual que la de todo texto, está condicionada por el sistema de mecenazgo de cada cultura. Cada sistema social impone también una serie de restricciones que determinan lo que es literatura canónica y en esto la traducción desempeña un papel de primer orden, ya que la difusión de las obras maestras de la literatura universal se ha efectuado siempre a través de la traducción.
  Los flujos de traducción también están condicionados por relaciones de poder, ya que la hegemonía económica y cultural determina qué se traduce; se establece así la predominancia de la traducción entre países desarrollados y su desigualdad, e incluso su inexistencia, con países menos desarrollados o subdesarrollados.
  Otro mecanismo que interviene en la recepción de la traducción es el de la censura, que mediante mecanismos explícitos o implícitos, puede manipular la versión del traductor y crear alteraciones en el texto traducido (supresiones, adiciones, falsos sentidos, etc). Esta censura puede derivar de mecanismos institucionales explícitos (por ejemplo, la ejercida en España en la época franquista) o bien ser de índole individual (una especie de autocensura que incluso puede actuar inconsciente), reflejo del entramado de relaciones ideológicas que condicionan al traductor.
  En ocasiones, el traductor puede verse claramente condicionado por el control directo ejercido sobre la traducción por instituciones públicas o privadas. Carbonell alude al funcionamiento de la traducción en ámbitos controlados por instituciones con poder político e ideológico, como, por ejemplo, los medios de comunicación, donde el traductor ha de adaptarse a normas estipuladas (de tipo lingüístico e incluso ideológico).
Conclusión:
  En palabras resumidas, podemos decir que la vinculación ideológica de la traducción es cierta. La ideología subyace en la producción, generación y reescritura de todo texto.
  La traducción como reescritura no puede ser más que un espacio en que intervienen aspectos ideológicos, culturales, relaciones de poder, papel de instituciones y todos los mecanismos de control. Y es muy importante que los traductores, y sobre todo los futuros traductores, reconozcan que las cuestiones ideológicas no se dan sólo en textos muy específicos o en situaciones muy específicas, sino que permean toda traducción discursiva.
                               Lahcen El Kiri
                      (Profesor de Casablanca, Marruecos)    

No hay comentarios:

Publicar un comentario