martes, 11 de febrero de 2014

Un año después de su renuncia, Benedicto XVI estudia, escribe y toca el piano


POR JULIO ALGAÑARAZ

El Papa Ratzinger sorprendió al mundo con su decisión y abrió una nueva era en la Iglesia.





Fue un “estupor planetario”, un shock que se abatió sobre el mundo como “un fúlmine en cielo sereno”. Los cardenales que lo acompañaban en la ceremonia de canonización de 813 mártires de Taranto, asesinados por los musulmanes en 1480, no podían creer lo que oían. Al menos los que entendieron lo que decía el Papa Joseph Ratzinger, que hablaba en latín, cuando pasó a otro tema. “¿Pero que dijo?”, se alarmaron otros cardenales menos duchos con el latín, que comienza a escasear en la Iglesia. Dijo “declaro me ministero renuntiare”. Casi 20 días después concretó el retiro.
Ratzinger alegó su vejez, su pérdida de fuerzas, para justificar la decisión de retirarse. Le faltaban dos meses para cumplir 86 años. Se trataba de un gesto heroico, de elogiable lucidez. Arrinconado por el fracaso de su pontificado inmóvil y tradicionalista, dominado en los últimos tiempos por las luchas de facciones en la Curia Romana, el gobierno central de la Iglesia. Y por la impotencia del pontífice para dominar una situación desbordada por el escándalo “Vatileaks”, el robo de documentos secretos importantes de los aposentos pontificios por obra de Paolo Gabriele, su traidor mayordomo personal, que aparecerían publicados.
Benedicto XVI decidió salir del rincón del fracaso con una renuncia que le devolvió la iniciativa al abrir una etapa institucional histórica en la Iglesia. Un mes después, la gran mayoría de los cardenales reunidos en la Capilla Sixtina respondió a su pedido de auxilio eligiendo al cardenal de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, que quiso llamarse Francisco como sello de su revolucionario programa de pontificado pastoral.
Muchos creen que la renuncia fue el mejor momento del pontificado de Ratzinger, estragado por varios conflictos. La pesadilla de los clérigos abusadores sexuales de niños sigue atormentando a la Iglesia aunque Benedicto XVI aplicó la “tolerancia cero” y despidió a centenares de curas pederastas.
Ratzinger lleva una vida tranquila en el ex convento de monjas en los jardines vaticanos donde vive con su secretario Georg Gaenswein, las 4 monjas que ya lo atendían cuando era pontífice, algún otro doméstico y la presencia de su querido hermano monseñor Georg, que acaba de cumplir 90 años y está casi ciego.
Existían fundados temores de que la cohabitación entre Ratzinger y el Papa argentino causara conflictos. En cambio, ha resultado armónica, dominada por el respeto y afecto mutuos.
Benedicto, único caso en la historia de la Iglesia de un Papa emérito, estudia y escribe de teología, toca en el piano a Bach, Mozart y Beethoven y se entretiene con los amigos que lo visitan. Uno de ellos es Bergoglio, quien lo describe como un imprescindible “abuelo sabio”. “A veces lo llamo por teléfono si tengo una dificultad y le pregunto: ¿qué puedo hacer?”, contó el argentino.

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